EL MITO DEL SOL Y LA LUNA SEGÚN DOS CÓDICES
– La historia nos relata que, antes de que el nuevo sol alumbrara, los dioses se juntaron y se preguntaron “¿Quién se sacrificará para dar luz al Sol?”
Alan Mac Donald*
Uno de los rasgos más importantes para conocer una civilización es su mitología, pues dentro suyo no abunda únicamente su visión religiosa, sino que también son un retrato simbólico de su filosofía e historia. Es igualmente un medio por el cual sobrevive su arte, que imprime desde sus ornamentos ritualísticos, murales de templos y esculturas sublimes; hasta los elementos cotidianos de su cultura, en decoraciones de vasijas, platos, etc.
La mitología abre en nosotros una ventana a la mente de los primeros pobladores de determinadas regiones y nos responde a veces directamente las preguntas: ¿Cuál fue su despertar? ¿Cuáles las herramientas de las que se valieron para justificar su propia existencia? Y, por si esto no fuera lo suficientemente complejo; ¿qué elementos tomaron estos pobladores para hacer válido su entendimiento general sobre el cosmos en sí?
Algo que parece tan cotidiano el día de hoy, como el fulgor solar y el resplandor de la luna, toman una cualidad mágica y divina en el mito, en donde el hombre, puede o no, jugar un papel importante. El presente artículo toma su base en este ejemplo para presentar el mito del Sol y la Luna, vistos desde los ojos de los nativos nahuas.
En el caso de estos pueblos, nos encontramos con una cosmovisión intrigantemente amplia en lo que respecta a la cantidad de versiones de los orígenes de estos astros que existen en la literatura. Ya que, el proceso de conquista que sufrieron los antiguos mexicas conllevó a una censura, depuración o sincretismo en el mejor de los casos y, en el peor, una eliminación radical sobre sus viejas costumbres y tradiciones, provocando que la mayor parte de los textos difieran entre unos y otros dificultando su unificación.
Para este artículo, realizamos un breve relato de los respectivos mitos, finalizando con una breve comparativa. Tomando como referencia, fuentes tales como el “Códice Florentino” en su versión traducida “Historia general de las cosas de la Nueva España” de Fray Bernardino de Sahagún y “La Leyenda de los Soles” del “Códice Chimalpopoca”, igualmente en su versión traducida por Rafael Tena.
Mito del sol y la luna según “Historia general de las cosas de la Nueva España”
Tomo II, Libro VII, Capítulo 2. – Esta variante es la más popular del mito, fue basada en voz y pintura de los nativos a quienes el autor entrevistó personalmente.
La historia nos relata que, antes de que el nuevo sol alumbrara, los dioses se juntaron y se preguntaron “¿Quién se sacrificará para dar luz al Sol?”, fue entonces cuando Tecuciztécatl se ofreció a sí mismo y el resto nominó a Nanahuatzin, el dios buboso.
Ambos estuvieron haciendo sus ofrendas de sacrificio por 4 días, mientras la casa de la piedra o “teotexcalli” ardía. Es en este apartado en el que se hace una distinción entre un dios y otro, pues podemos contemplar la posible representación de la arrogancia en Tecuciztécatl, quien ofrenda cosas preciosas y de gran valor, mientras que Nanahuatzin puede simbolizar la humildad, pues sólo puede ofrendar sus bubas y su sangre. Esta distinción se hace presente también en los ornamentos con los que son representados estos personajes de manera gráfica.
Llegó el día en que los dioses habrían de arrojarse al ardiente teotexcalli, pero Tecuciztécatl, quien iría primero por haber sido el único en osar convertirse voluntariamente en sol, vaciló en 4 ocasiones, que constituían el máximo permitido para los dioses. Su turno fue cedido a Nanahuatzin, quien se inmoló al primer intento. Al no querer quedarse atrás, se arrojó Tecuciztécatl, tal vez por vergüenza y luego de él, el águila y tras ella, el jaguar, justificando el texto la existencia de las manchas del felino y el color de las plumas del águila debido a las quemaduras sufridas por estos animales.
En este último pasaje, los atributos previamente analizados de estos dioses resaltan aún más por medio de sus acciones, puesto que la humildad de Nanahuatzin compensó su valor al sacrificarse, más adelante habremos de ver las consecuencias de su valentía. Mientras que los ostentosos ornamentos de Tecuciztécatl palidecieron en comparación a su cobardía al temer cuatro veces al divino fuego.
Luego de realizar esto, ninguno de los dioses sabía de dónde saldría este nuevo sol, miraron hacia los cuatro rumbos, pero sólo cuatro de ellos, de entre los que destacaba Quetzalcóatl atinaron la dirección que tomaría el nuevo sol saliente: El Este. En esto podemos ver un símil dentro del simbolismo de Quetzalcóatl que toma, entre muchos nombres, el de Tlahuizcalpantecuhtli, señor de la aurora o del oriente.
Sin embargo, al surgir el sol, este emergió acompañado de otro, eran Nanahuatzin y Tecuciztécatl, cuyo brillo conjunto ahora era demasiado fuerte. Uno de los dioses (no se menciona quién) arrojó un conejo a Tecuciztécatl, disminuyendo su resplandor y originando a la luna.
Pero el sol y la luna no se movían, por lo que Ehécatl (que es considerada otra representación de Quetzalcóatl) realizó un sacrificio de los propios dioses para dar inicio al movimiento del sol. El dios Xolotl, gemelo de Quetzalcóatl, huyó del sacrificio escondiéndose en la planta del maíz, del maguey y finalmente en el ajolote, donde es encontrado y finalmente sacrificado por Ehécatl. Pero, a pesar de ello, el sol seguía sin moverse, por lo que Ehécatl tuvo que soplar para iniciar su movimiento.1
“Leyenda de los Soles” – “Códice Chimalpopoca”, pasaje presuntamente escrito por Martín Jacobita2 – Este texto forma parte de un códice colonial que, al igual que el anterior, se fundamentó de voz y pinturas de los nahuas pobladores de Tlatelolco. La “Leyenda de los Soles” inicia con un recuento sobre los Cuatro Soles bajo los que vivieron las cuatro primeras razas. Para dar lugar al Quinto, se tuvieron veinticinco años de noche y se describe que el cielo se estancó.
Ambos textos toman como centro a Teotihuacán, desde donde los dioses se organizaron para dar origen a todo. En un principio, debían crear a la raza que habitaría bajo el cielo estancado, así que Quetzalcóatl desciende al inframundo mexica, el Mictlán, para solicitar a Mictlantecuhtli, señor del mismo lugar, los huesos de los antiguos pobladores.
La tarea de Quetzalcóatl es regresar los huesos a la tierra para formar a la nueva especie, pero Mictlantecuhtli le tendió una trampa, pues Quetzalcóatl rechazó su petición de que los huesos fueran regresados a él al finalizar la creación de esta nueva raza, así que mandó a sus dioses a crear un agujero en el que Quetzalcóatl cayó y murió, aunque al momento revive para contemplar con tristeza que los huesos habían sido mordidos y roídos por codornices.
Al emerger nuevamente a la superficie, da a Cihuacóatl los huesos, quien los muele en un barreño, Quetzalcóatl se sangra el falo, derrama su sangre y de ello, surge el hombre.
Habiendo realizado esto, ahora es necesario crear al sol, para ello Nanahuatzin o Nanáhuatl el dios buboso es convocado por Xiuhtectli (Señor del año) y Tonacateuctli (de nuestra carne) para ser el nuevo Sol.
En esta versión también el teotexcalli ardió 4 años. Tlalocantectli (del paraíso) y Napatecuctli (4 veces señor) llamaron también a Nahui Técpatl para que se convirtiera en la Luna, que vendría a significar cuatro pedernal. El ayuno y sacrificio de sangre que realizó Nanáhuatl se conserva también en este relato, sólo tomando un énfasis mayor en este dios y dejando en segundo plano a Nahui Técpatl, quien a partir de este momento es referido como “Luna”.
Después de 4 días, Nanáhuatl fue cubierto de plumas y cayó al fuego, posterior a él la Luna cayó también, pero sólo pudo aterrizar en las cenizas. Luego de ello, el águila, el tigre, el gavilán y el lobo intentaron llevar a la Luna al firmamento, pero ninguno pudo, pues se quemaron y ella permaneció caída.
Nanáhuatl ascendió y Tonacateuctli y Tonacacíhuatl le dieron un trono de plumas preciosas y una banda roja para que la colocara en su cabeza. Los dioses observaron que el sol no se movía y mandaron al gavilán a preguntarle por qué, el nuevo Sol respondió que necesitaba sangre. A esto, el dios Tlahuizcalpanteuctl, se enojó e intentó flechar al Sol para que avanzase, pero fue quemado por las saetas de plumas rojas del sol y le tapó la cara con los nueve cielos juntos.
La Luna seguía tirada y el dios Papáztac le pegó en la cara con una taza con figura de conejo a la luna.
En esta versión, el movimiento del sol se originó a partir de dos razas originadas por el Sol llamadas los mixcohuas, pues los primeros fueron cuatrocientos y no ofrendaron sangre al Sol, por lo que fueron creados los segundos mixcohuas, quienes fueron sólo cinco y mataron a los primeros. Con este sacrificio, el Sol al fin dio movimiento.
Este sol fue el Quinto de la mitología nahua, está retratado al centro de la “Piedra del Sol”, mal llamada “Calendario del Sol” y es denominado Nahui Olli o 4 movimiento3.
Las convergencias entre estos textos pueden deberse a diferentes cosas, rastreando los orígenes de los códices, ambos tienen un punto en común y este es: Sahagún, pues se dice que podrían atribuirse la autoría de el “Códice Chimalpopoca” a varios estudiantes y colaboradores de este. También podríamos sumar a este posible hecho que los dos códices partieron de una región de enfoque similar para realizar sus estudios.
Los puntos comunes entre ambos relatos son:
- Teotihuacán como centro de organización de los dioses y origen del sol
- Nanahuatzin, el buboso se vuelve el sol
- El teotexcalli arde por cuatro años
- Penitencia y sacrificio previo para ingresar al teotexcalli.
- Explicación de las manchas del jaguar y las plumas del águila
- A la luna le es arrojado un conejo
- El sol no se mueve al surgir
Las diferencias que son marcadas entre uno y otro pueden deberse a las fuentes de consulta de los respectivos autores, debido a que pudieron tratarse de diferentes nativos, algunas referencias nos dicen que los informantes de Sahagún eran miembros de la élite mexicana, mientras que no hay muchas referencias respecto al “Códice Chimalpopoca” y sus fuentes de consulta. Esto último es importante debido a que el nivel cultural de la población era marcado por la división de las clases a las que pudiera pertenecer algún individuo.
El mito de creación del Sol y la Luna nahuas nos regalan una bella historia, al igual que un ensayo simbólico sobre la dualidad y al mismo tiempo el trazo de la historia del pueblo de los nahuas, puesto que estos vendrían a ser representados por Nanahuatzin o Nanáhuatl, personajes humildes que sacrifican su propia sangre para poder alumbrar la tierra que los guarda.
Cabe destacar que estos mitos constituían un pilar importante para edificar la estructura religiosa, solar, arquitectónica y filosófica de todo el pueblo. En el caso del sol, se ve reflejado en los rituales realizados y ofrendas en honor al sol, en la Pirámide del Sol y de la Luna respectivamente dentro de la ciudad de Tenochtitlán. En el lenguaje del pueblo nahua también podemos ver el gran valor atribuido al sol, pues representa al dador de la vida, ya que “Tonalli” es representativa de la energía vital intrínseca en cada ser viviente y “Tonatiuh” es la palabra para denominar “Sol” en náhuatl.
Mientras que, para la Luna, vemos que este astro es igualmente un eje importante dentro de la cosmovisión nahua, tomando tres nombres, de los que dos de ellos son referidos dentro del presente texto: Tecuciztécatl y Nahui Técpatl, quienes se atribuyen sus dioses y a quienes habríamos de sumar el nombre de “Meztli” con que referían directamente a ella.
Los nombres hacían referencia a lo que podía observarse en el astro, pues asemejaba para los nativos un caracol (Tecuciztécatl) y un pedernal o cuchillo cuando estaba menguante o en luna nueva, además de contar con una explicación narrativa que responde a un ejercicio imaginativo al plasmar a la silueta del conejo que parece estar en la luna (cuya cabeza correspondería al cráter llamado “Mar de la tranquilidad”). Respecto a sus templos se encuentra Tecucizcalco, que Torquemada atribuye a un posible culto lunar 4 y el Templo de la Luna en Teotihuacán.
Jesús Galindo5 nos explica que el dios principal de los mexicas, Huitzilopochtli, fue identificado con la Luna, después de todo “México” se compone de metztli (Luna), xictli (ombligo) y co (lugar), por lo que no sólo tenemos que la luna es eje central de este pueblo, sino que ellos también se consideraban el de ella.
GLOSARIO: Fray Bernardino de Sahagún – Monje franciscano que viajó a México en 1529 para evangelizar a la población. Autor del “Códice Florentino” 1
Códice Chimalpopoca – Obra divida entre “Anales de Cuauhtitlán” y “Leyenda de los Soles” probablemente escrita por algunos colaboradores de Sahagún en Cuauhtitlán y Tlatelolco respectivamente 2
Teotexcalli – Casa de las piedras sagradas, es nombre de la hoguera divina a la que había que arrojarse para crear el Sol y la Luna.1
Teotihuacán – Una de las mayores ciudades prehispánicas de Mesoamérica. Situada al noreste del Valle de México
Tlatelolco – Lugar al norte de Tenochtitlán en la Ciudad de México, significa “Montón de tierra redondeado”.
Nanahuatzin / Nanáhuatl – Señor de las bubas, personificación de la humildad.4
Tecuciztécatl – Señor del caracol, personificación de la arrogancia y soberbia. 7
Quetzalcóatl – Señor de la sabiduría, de los vientos y creador de la humanidad. También conocido como Tezcatlipoca blanco, Tlahuizcalpantecutli o Ehécatl, aunque en la Leyenda de los Soles es representado como un personaje aparte, dicha representación puede estar asociada a los primeros rayos que vierte el sol sobre Venus al amanecer, pues es el planeta con quien se asocia a este dios. 7
Xolotl – Hermano gemelo de Quetzalcóatl 8
Huitzilopochtli – Dios principal de los mexicas asociado al sol 9 pero asociado igualmente a la luna 5
Tonacateuctli – Dios y señor regentes de la vida y los cielos 7
Tonacacíhuatl – Diosa y señora sustentadora 7
Tlalocantectli – Dios señor del paraíso. 3
Papáztac – Dios del vino 7
Napatecuctli – Dios cuyo nombre significa “4 veces señor”. 3
Xiuhtectli – Dios nahua cuyo nombre quiere decir “Señor del año”. 3
Tonacateuctli – Dios cuyo nombre es “Señor de nuestra carne”. 3
Nahui técpatl – Cuatro pedernal o cuchillo, personificación de la Luna. 3
Nahui Ollin – Nombre para el Quinto Sol, significa “Cuatro movimiento”. 3
REFERENCIAS:
1Sahagún, Bernardino “Códice Florentino”, Libro VII, Capítulo II.
2Relaciones 140, otoño 2014, pp. 335-352, issn 0185-3929
3Tena, Rafael “Leyenda de los Soles”, 1992.
4 Torquemada, 1969, t. n, p. 150.
5Galindo, Jesús (1994), “Arqueoastronomía en la América Antigua”. Equipo Sirius
6Florescano, Enrique. El mito nahua de la creación del cosmos y el principio de los reinos. p. 58.
7Bodo Spranz (1975). Fondo de Cultura Económica México, ed. Los Dioses en los Códices Mexicanos del Grupo Borgia: Una Investigación Iconográfica. Traducción de María Martínez Peñaloza. México. ISBN 968-16-1029-6.
8Anales de Tlatelolco. Paleografía y traducción de Rafael Tena, Conaculta, México, 2004.
9González Torres, Yolotl. Diccionario de Mitología y Religión de Mesoamérica. México, Larousse, 1995.
*Alan Mac Donald – Ingeniero civil egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, plantel FES Acatlán, donde tomó el cargo de presidente del Capítulo Estudiantil de la Sociedad Mexicana de Ingeniería Sísmica y fue miembro directivo de dos organismos estudiantiles (CE-ACI y CECICM). Aficionado de la mitología e historia universales con especial entusiasmo por la cultura mexicana. Cofundador de la empresa mexicana MEKALI, donde funge como escritor y director creativo. Colaborador en La Voz del Árabe. – Contacto: alan.mac05@yahoo.es
Imagen: LVÁ
La Voz del Árabe (LVÁ) – MÉXICO – Cd. de México, marzo 5 del 2021
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