EL CONFLICTO EN SIRIA: LA PEOR CATÁSTROFE DE NUESTRO TIEMPO

Para Adrián Meléndez y todos aquéllos que mantienen viva una luz de esperanza para el futuro de la juventud siria, a través del Proyecto Habesha.

Emb. Jorge Álvarez Fuentes

Los más recientes despachos de prensa señalan que la reciente ofensiva del ejército para hacerse de nueva cuenta con el control de la norteña provincia de Idlib, último bastión en manos de los rebeldes yihadistas pondría presagiar el fin de la guerra en Siria, la cual se ha prolongado por 9 años. Ojalá y ello suceda, para que se acabe, en parte, el largo sufrimiento del pueblo sirio. Sin embargo, es triste reconocer que no será el final del conflicto. Se trata de la más catastrófica guerra internacional del Siglo XXI. El complejo escenario del conflicto ha ido cambiando desde que Rusia y Turquía impusieran en septiembre un pacto en torno a Idlib para crear una zona tapón, y luego que en enero pasado los Estados Unidos confirmaran su intención de retirar a sus «asesores militares». El confuso anuncio del repliegue estadounidense ha generado múltiples efectos telúricos en el Medio Oriente, pero ha confirmado, a su vez, que la iniciativa está en manos de Rusia, potencia que desde hace 4 años se ha convertido en el indiscutible arbitro internacional en este conflicto, y que, el difícil desenlace, que ahora se perfila, se basa en la permanencia del régimen de Bashar el Assad. El que sobreviva este último en el poder constituye un triunfo para sus otros aliados, Irán y por ende Hezbollah, en detrimento de la seguridad y los intereses geopolíticos de Israel.

Estados Unidos atraviesa por serias dificultades para ejercer el rol hegemónico que hasta hace poco tiempo tenia en todos los conflictos de la región, habiendo cedido al Kremlin la iniciativa militar y diplomática para conducir la terminación de la guerra en Siria, de la mano de sus aliados coyunturales, Turquía, Irán e Irak (nación bajo la órbita de este último que no acaba de salir del caos). ¿Como puede resultar siquiera creíble que la administración Trump declare «misión cumplida» en el combate al llamado Estado Islámico por parte de la coalición internacional creada por ellos mismos, cuando sobreviven decenas de miles de combatientes yihadistas en el desierto del noreste de Siria y el valle del Éufrates y subsiste el proyecto extremista fincado en acciones terroristas en todo el mundo? De Sri Lanka a Nueva Zelandia. Persisten, además, los riesgos del éxodo de los combatientes extranjeros que buscan regresar y cuyos países de origen los rechazan. ¿Qué pasará con las 20 bases militares que tienen los EUA en el norte de Siria y cómo se pondrá fin al suministro de armas y equipo, sin que se convierta en una venta de garage?

Turquía no dejará de hacerse cargo, con todo lo que conlleve militar, económica y diplomáticamente, de la situación en el norte de Siria, frente al devenir de las fuerzas kurdas, aliadas estratégicas de Estados Unidos, las que verdaderamente infligieron una derrota al Estado Islámico y pusieron fin al vasto control territorial que el pretendido califato llegó a tener, las cuales, sin embargo, constituyen una amenaza existencial para Ankara. Tanto los turcos como los kurdos se sienten traicionados por los estadounidenses. Las milicias kurdas se apresuran a pactar con el régimen de Damasco, mientras Trump dice estar convencido que Estados Unidos «dejó de ser la policía del Medio Oriente», pero no deja de pensar, aleccionado por el asediado Primer Ministro de Israel, que aún hay cabida para un nuevo plan de paz con los palestinos, quienes con toda razón lo rechazan.

Asimismo, se debe avizorar con marcado escepticismo el incierto retorno de miles de refugiados sirios, provenientes sobre todo de los países vecinos, además de Turquía, Jordania y Líbano, países que han sido golpeados duramente por sendas crisis económicas.

La escalada bélica de las últimas semanas en Idlib no sólo implica el recrudecimiento de los enfrentamientos entre unos 20 mil efectivos militares desplegados por Damasco y cerca de 15 mil muyahidines que forman parte de Hayat Tahrir al Sham (la organización paraguas de los grupos fundamentalistas, afiliados a Al Qaeda), con un saldo de mil muertos, entre soldados, combatientes y civiles, sino el serio riesgo para 3 millones de civiles, habiendo tenido ya que abandonar sus hogares 300 000 personas según informes de la ONU.

Mientras Israel presiona por distintos medios y en varios frentes para expulsar a Irán de su frontera con Siria, incluidos los últimos bombardeos sobre objetivos en territorio sirio, la Fuerza Al Quds, el cuerpo expedicionario de la proscrita Guardia Revolucionaria iraní ha trasladado a sus miembros de la base aérea de Kesswa, ubicada al suroeste de Damasco, al aeródromo T4 sobre la carretera a Palmira, en la provincia de Homs. Todo lo anterior está ocurriendo cuando se especula, a la luz de una posible próxima reunión de los consejeros nacionales de seguridad de Estados Unidos, Israel y Rusia, en Jerusalén, convocada por el segundo, que Estados Unidos podría estar considerando reconocer al régimen de Damasco, mediante el levantamiento de algunas sanciones impuestas al gobierno de Bashar el Assad, a cambio de que Rusia impida que Irán se afiance militarmente en Siria. Igualmente, trascendió que Moscú ha vetado el despliegue de algunos efectivos iraníes en el puerto de Tartus, a 30 kilómetros de la frontera con Líbano, para instalar una zona de aprovisionamiento de la armada iraní en el Mediterráneo, que Teherán habría concertado con Beirut. Justo cuando Hezbollah ha debido recortar los salarios de sus tropas en Siria, junto con las pensiones de los veteranos y de las familias de los combatientes caídos después de que el gobierno iraní se viera obligado a reducir en 50% las transferencias de fondos a la poderosa organización chiita libanesa.

Parte 2

Las causas y desenlaces posibles del actual conflicto en Siria no se encuentran fundamentalmente en los factores externos que explicábamos en el artículo de la semana pasada, sino en los factores internos. En la raíz del conflicto está la ruptura del pacto entre economía, sociedad y política que fuera impuesto por Hafez el Assad (1971 – 2000) y perpetuado por su hijo Bashar el Assad. A diferencia de otros procesos políticos en el mundo árabe, el régimen autocrático, del partido único Árabe Socialista Sirio, había mostrado una singular adaptabilidad en tiempos modernos, con una particular versión del nacionalismo panárabe, aun estando ubicado por años como parte de la órbita soviética.

De manera impredecible, en la primavera del 2011, Siria entró en una espiral de violencia por la disputa en la reconfiguración del poder político y económico al interior de sus fronteras, al producirse la quiebra de los fundamentos que hacían funcional la pluralidad confesional dentro de un régimen vertical, de control policiaco, clientelar y paternalista. Por ello hay que subrayar la especificidad del caso sirio. Similar a otras sociedades levantinas, Siria surgió a la vida independiente sobre la base de un conjunto de comunidades, donde conviven una amplia mayoría musulmana integrada tanto por los sunitas, junto con las minorías chiita y alauita, como por las minorías subordinadas de los cristianos maronitas, armenios, grecos católicos, melquitas y los griegos ortodoxos, además de los kurdos, los drusos y los palestinos.

En un primer momento, pareció que Siria atravesaría indemne las revueltas populares árabes. Que las distintas comunidades, las élites y el gobierno encontrarían un nuevo entendimiento, para que, a la luz de los vientos de cambio, nada cambiara. Incluso el régimen de Assad había dado, meses antes, muestras de una voluntad reformista, incluso de apertura al exterior, pugnando por una unión aduanera con sus vecinos: Jordania, Líbano y Turquía. Pero nada de esto ocurrió, ni reformas ni apertura. Ante la vorágine de la violencia, los tres países terminaron por recibir a millones de refugiados con la consecuente carga inmensa para sus economías y su destino.

Lo singular no fue que cuando estallaron en marzo de 2011 las primeras protestas populares de grupos de jóvenes, reclamando la abolición de la ley de emergencia y demandando vías democráticas de participación política, las protestas pacíficas fueran reprimidas a sangre y fuego por el ejército, los omnipresentes aparatos de seguridad, y las bandas paramilitares, sino que el conflicto mutara vertiginosamente, de una revuelta popular en ascenso en las ciudades, con excepción de la capital Damasco, bastión inexpugnable del régimen, a una insurrección armada en contra del régimen. Pronto se transitó a una violenta confrontación intestina entre milicias, desertores, grupos islamistas armados en contra de las instituciones del Estado, a un enfrentamiento entre la mayoría sunita y la elite alauita que ha mantenido los riendas del gobierno por más de 40 años, a una guerra civil irregular y episódica en torno al control territorial y la explotación de los recursos de las provincias de Alepo, Homs, Hamna y Deir El Zor, hasta tornarse en una honda división en el seno de las comunidades, a una guerra de alcances y repercusiones regionales, incluso haciendo uso de armas químicas, facilitando la temible irrupción del llamado Estado Islámico, hasta desembocar en un funesto conflicto internacional de repercusiones globales, con la injerencia militar, financiera y diplomática de las potencias regionales y mundiales, y la colaboración de algunos poderosos actores no estatales.

Por ello resulta fundamental comprender que, en el fondo del conflicto en Siria, subyace, como en la mayoría del mundo árabe, la religión, la cual es parte toral, no solo de la cultura, sino de la política. Que las identidades confesionales determinan la participación de los individuos y de las colectividades en el poder político, en la generación y distribución de la riqueza, en las instituciones de gobierno. Sean las decisiones de guerrear, huir o resistir. Por esa razón resulta catastrófica la destrucción de un país central como Siria, empezando por la imparable agresión de las fuerzas gubernamentales, la injerencia de los actores externos y el subsecuente infierno de la guerra para un pueblo magnánimo, el cual jamás se imaginó caer víctima de una guerra fratricida, como la que padecieron por 15 años sus vecinos y hermanos, los libaneses, de cuya tutela se hizo cargo el régimen sirio hasta 2005.

Por ello es necesario dimensionar el tamaño del desastre del conflicto: ya que, aunada a la muerte violenta de cerca de 500 mil personas, de cientos de miles de heridos, el conflicto ha provocado que más de 6 millones de sirios se hayan desplazado dentro de su país y otros 6 millones a cruzar sus fronteras en busca de refugio. Que casi un 30% de los edificios y casas hayan sido destruidos. Basta recordar que, según estimaciones preliminares, la reconstrucción del país va a requerir los esfuerzos de al menos dos generaciones, con un costo cercano a los 300 mil millones de dólares.

La sociedad siria no sólo ha sido víctima de la represión, los ataques desproporcionados del ejército, de la violencia ciega de los cuerpos de seguridad y de los abusos impunes de las bandas paramilitares, sino también del terror de las milicias fundamentalistas y de los distintos grupos del islam extremo, hasta terminar inmersa, para su infortunio, sobreviviendo en medio de una guerra fratricida que no parece tener fin. Y la comunidad internacional le ha fallado a los sirios; los esfuerzos de la ONU han sido infructuosos, al no haber logrado sentar a la mesa a las partes y generar las condiciones de una negociación genuina y pacífica, para que sean ellos, los sirios, quienes decidan su destino. La comunidad internacional tiene, además, la obligación de hacer todo cuanto sea necesario para que no queden impunes las atrocidades, los crímenes de guerra y contra la humanidad y el genocidio, si hemos de vislumbrar una paz verdadera.

ARTÍCULO DEL AUTOR:

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 *Jorge Álvarez Fuentes: Licenciatura en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, ex embajador de México en Líbano y Nueva Zelanda. Estuvo adscrito a la Embajada de México en Canadá como Encargado de los Asuntos Culturales y de Medio Ambiente. Encargado Director para África y Medio Oriente en la S.R.E. México. Entre sus publicaciones destacan: “La diplomacia en acción”, “De cara al mundo» y “Bandera al viento”. @JAlvarezFuentes

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Imagen: LVÁ

La Voz del Árabe (LVÁ) – EDITORIAL – Cd. de México, junio 25 del 2019

 

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