viernes, diciembre 19, 2025
MÉXICO

EL MUSEO UNIVERSITARIO DEL CHOPO

El Museo Universitario del Chopo cumple 50 años

El Museo Universitario del Chopo, El Chopo, recinto museográfico de la Ciudad de México, dedicado a la promoción y difusión del arte contemporáneo. Sus actividades se enmarcan dentro de la Coordinación de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Durante décadas, el Museo del Chopo fue la única opción de arte joven, accesible y de calidad en el centro de la ciudad que logró consolidar un proyecto multidisciplinario reconocido por su carácter plural, crítico e independiente.

El edificio del museo es un icono de la zona centro de la Ciudad de México. Se trata de una estructura de estilo Jugendstil alemán (equiparable al art nouveau francés) prefabricada y desarmable, diseñada por Bruno Möhring para ser cuarto de máquinas de la metalúrgica Gutehoffnungshütte (Mina de la Buena Esperanza), inscripción que, de hecho, aparece en algunas de sus viguetas. El edificio de hierro, tabique prensado y cristal albergó en 1902 la Exposición de Arte e Industria Textil, en Düsseldorf, Alemania.

El empresario mexicano José Landero y Coss compró una parte del diseño del edificio original para traerla y armarla en la Ciudad de México, con el fin de instalar la Compañía Mexicana de Exposición Permanente, S.A., empresa interesada en realizar exposiciones comerciales de productos industriales y artísticos.

La técnica implementada para la creación del edificio fueron dos. La primera era con hierro dulce, el cual se hizo con el primer horno Bessemer que llegó a México en el año de 1858; el segundo método que se empleó para la construcción del museo fue la implementación del alto-horno para hierro de grado industrial que la Fundación de Fierro y Acero Monterrey operó en el año 1900.

De 1901 a 1905 el ingeniero Luis Bacmeister se encargó de su armado, en el número diez de la calle de Chopo (hoy Enrique González Martínez), en la naciente colonia Santa María la Ribera, símbolo de modernidad, al ser la primera colonia planeada y fraccionada de la ciudad, abarcaba 53 manzanas según el proyecto de los hermanos Flores, y sus calles tenían nombres de árboles y flores.

En 1905 la compañía de Landero y Coss se declaró en quiebra, y en 1909 se firmó un contrato de arrendamiento con la entonces Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, para destinar el edificio -conocido en aquellos años como “El Palacio de Cristal”, en referencia al Cristal Palace de Londres- al Museo Nacional de Historia Natural. Sin embargo, ante la magnitud de la gran celebración que organizó Porfirio Díaz con motivo del Centenario de la Independencia de México, la propia Secretaría de Instrucción cedió el edificio para que la delegación japonesa montara en él una Exposición de Arte Industrial, la cual inauguró el 2 de septiembre de 1910 el presidente Díaz, con la presencia del embajador de Japón. A partir de ese momento, el edificio se conoció popularmente como El Pabellón japonés. No se tiene registro de ninguna otra actividad realizada en el recinto sino hasta el 1 de diciembre de 1913, cuando se inauguró el Museo Nacional de Historia Natural, primer museo nacional dedicado a las ciencias naturales, cuya colección fundacional provino de parte de la colección del Museo de las Culturas, ubicado en la calle de Moneda del Centro de la Ciudad. Las secciones inaugurales fueron Botánica, Zoología, Biología, Mineralogía y Geología.

Cuando en 1917 el gobierno de Venustiano Carranza suprime la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, emite un decreto para que el Museo Nacional de Historia Natural y su edificio dependan de la Dirección General de Estudios Biológicos, quedando a cargo de la nueva Secretaría de Agricultura y Fomento. Durante esta administración, en 1926, la viuda de Andrew Carnegie dona al museo una reproducción del llamado Diplodocus Carnegie, réplica en yeso de un dinosaurio jurásico que definiría por décadas la identidad del museo.

El 22 de julio de 1929, como parte de las disposiciones tomadas a favor de la Ley Orgánica de la Autonomía de la Universidad Nacional de México, la Dirección de Estudios Biológicos se integró a la UNAM con el nombre de Instituto de Biología, por lo que el museo y su edificio se sumaron al patrimonio universitario.

Entre 1929 y 1964 el museo experimentó un proceso de crecimiento desproporcionado. Recibía en la década de los treinta cerca de 1200 visitas diarias, era el segundo museo en ser visitado en la capital,[4]​ y referencia para visitas de escuelas primarias.

De niño fui al Chopo en varias ocasiones. Me llevaban mis papás o nos llevaban de la escuela. Era el Museo de Historia Natural. Vetusto y decrépito, el impresionante edificio de hierro, opresivo y enigmático, siempre en penumbra, con un dejo de abandono inocultable – Marcelino Perelló. «El viejo Chopo rejuvenecerá», en El Chopo año por año.

El mismo recorrido entre los vestigios de la historia natural se repitió, para mí, en cuarto y dos veces en quinto año (pues reprobé el quinto); con el tiempo el horror empezó a convertirse en curiosidad y, en ocasiones, iba a visitarlo con amigos, varias veces. – Guillermo Samperio. «El primero Chopo», en El Chopo año por año.

El deterioro del edificio y sus colecciones nunca se detuvo desde su inauguración como museo. Existen registros de peticiones infructuosas por 16 años del entonces director del Instituto de Biología de la UNAM, Isaac Ochoterena, para construir un museo nuevo y realizar reparaciones mínimas al edificio.

En 1964 fue cerrado por el deterioro de sus colecciones, que fueron transferidas a otros museos y dependencias universitarias. El Diplodocus Carnegie y muchas otras piezas integraron la colección de origen del nuevo Museo de Historia Natural, ubicado en el Bosque de Chapultepec, perteneciente al gobierno capitalino, entonces llamado Departamento del Distrito Federal. Otra parte de la colección quedó a resguardo de los Institutos de Geología y Biología de la UNAM, y parte de los fósiles con piezas emblemáticas, como el esqueleto de mamut, están expuestas en el Museo de Geología de la UNAM. Otra parte de la colección se integró a los acervos de varias escuelas e institutos de esta casa de estudios. A partir de ahí, el edificio, sin un plan concreto para su reutilización, permaneció abandonado hasta 1972, y corrió el riesgo de ser demolido y vendido el fierro de su estructura por kilo. En 1970, una compañía de demoliciones ofreció 40 mil pesos de entonces para aprovechar todo su material y dejarlo «libre de escombros, al nivel de banqueta». Su valor como monumento histórico detuvo dicho plan.

Las dimensiones del edificio son las siguientes: ​

  • La superficie total cubierta del edificio es de 1500 m².
  • Las naves laterales tienen 19 metros de altura libre y la nave, 32.
  • Las torres tienen una altura de 47 metros.
  • La techumbre es de duela de pino natural, machimbrada al exterior y tratada con hule sintético para poder impermeabilizarse y al interior, tratada con barniz para recuperar su fisonomía original.

En 1973 la UNAM, amparada en la Ley de Monumentos, reclama la posesión del edificio y lo restaura a fin de atender a una política de descentralización en materia de difusión cultural fuera del campus de la Ciudad Universitaria para el reaprovechamiento de los espacios.

Según el entonces director de Difusión Cultural de la UNAM, Diego Valadés Ríos, el recinto debía reorientarse hacia un centro cultural más que una sede de exhibiciones permanentes.[7]​ En cumplimiento con la recién aprobada Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticas e Históricas, la UNAM solicita la colaboración del INBA para iniciar los trabajos de restauración del inmueble. Se realizan una investigación histórica, levantamientos arquitectónicos del edificio y anteproyectos de restauración. Dicha investigación se nutre del modelo de su «hermano gemelo», el edificio de la mina Zollern en Alemania, conocido como Guttenoffnnunggshutte, lo que permite aportar más información de sus características arquitectónicas originales, además de la donación del plano original del frontis donado a la UNAM por don Enrique Creel Alcántara.​ Gracias a este plano, es posible saber que la construcción original contemplaba una enorme puerta principal de estilo art nouveau, que no se importó.

La remodelación del edificio duró un año y estuvo a cargo de la Dirección de Proyectos, Obras y Conservación de la UNAM, bajo la dirección del ingeniero Francisco de Pablo Galán, y el 25 de noviembre de 1975, a las 19:30 horas, el rector de la UNAM, doctor Guillermo Soberón Acevedo, en compañía del licenciado Diego Valadés, impulsor del proyecto, reinauguró el Museo Universitario del Chopo, como un centro promotor y difusor del arte de su tiempo y de la cultura universitaria.

Las características arquitectónicas del edificio que fue concebido para ser un pabellón de exposiciones industriales y durante un siglo sirvió de museo, impuso el reto de crear espacios adecuados para la presentación de las diversas manifestaciones artísticas, preservando la dignidad y discurso estético del edificio original. A partir de 1977, la oferta del museo se vio enriquecida con la puesta en funcionamiento del Cinematógrafo del Chopo, anexo a sus instalaciones.

EL MUSEO UNIVERSITARIO DEL CHOPO CUMPLE 50 AÑOS – https://www.gaceta.unam.mx/el-museo-universitario-del-chopo-cumple-50-anos-como-lugar-de-escucha-encuentro-y-resistencia

Información: UNAM / Imagen: UNAM

La Voz del Árabe (LVÁ) – MÉXICO – Cd. de México, septiembre 5 del 2025

 

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