LA MÚSICA SEGÚN PLATÓN
-La Música según Platón: la ciencia suprema
Platón, el conocido filósofo de la antigua Grecia, no consideraba la música como un simple entretenimiento. En su obra más famosa, La República —el diálogo donde diseña su ciudad ideal y la educación de sus gobernantes—, eleva la música a la categoría de Ciencia Suprema.
Pero ¿qué entendía realmente Platón por «música»? Su concepto, que llamaba mousiké, era mucho más amplio y profundo que la idea actual. Para él, la música era un sistema completo de formación humana que integraba tres pilares fundamentales:
-El Ritmo (rythmós): El orden temporal en la melodía, la poesía o la danza. Platón creía que ciertos ritmos agitaban el alma, mientras otros fomentaban la calma y el valor.
-La Armonía (harmonía): La combinación matemática de los sonidos en escalas o «modos». Platón veía en estas proporciones un reflejo del orden invisible del universo.
-La Palabra (logos): El contenido moral de las letras y poemas. Solo se permitían mensajes que exaltaran la virtud, la justicia y la moderación. Para los Antiguos, la música iba siempre acompañada de Poesía, que podía incluir ideas y generalmente también mitos.
Como señala Platón en La República, este arte combinado tenía un poder único sobre el alma humana: «El ritmo y la armonía penetran en lo más íntimo del alma» (Libro III). Era la herramienta educativa más profunda, más eficaz incluso que las leyes escritas. La razón es clara: mientras otras ciencias se dirigían a la mente, la música —con su ritmo, su armonía y su mensaje— configuró la esencia misma del carácter.
Y aquí está su magia secreta: la base matemática de la música abría un «estilo de ser» en las almas que la escuchaban. Las proporciones numéricas ocultas en las armonías, como las que hacen que una nota suene bien con otra, no eran solo números fríos. Para Platón, estas relaciones matemáticas imprimían un orden interno en el alma, creando patrones de pensamiento y emoción. Una música basada en proporciones puras y equilibradas —como las del modo dórico— generaba almas armónicas, valientes y dueñas de sí mismas. En cambio, una música con proporciones desordenadas o complejas —como el modo lidio— producía almas débiles, inestables o propensas al descontrol.
Lo mismo se aplica para los poemas y mitos que acompañan la música. Para Platón, no se debe expresar cualquier poesía o mito, sino solo aquellos cuyos contenidos lleven a las personas a buscar la virtud, y a despreciar los vicios. Así, la música no solo enseñaba virtud; creaba un tipo de persona: serena frente al caos, firme ante el miedo, y naturalmente inclinada hacia la justicia y la belleza.
Este impacto individual tenía consecuencias gigantescas para toda la sociedad. Platón sostenía que la música que se escucha en una ciudad determina el destino de esa ciudad. Si la música era caótica o relajada, la gente se volvería indisciplinada, minando los cimientos de las polis. Pero si la música era noble y matemáticamente pura, los ciudadanos desarrollarían un carácter fuerte y ético, asegurando la estabilidad y la justicia. Por eso, vigilar la música era para Platón una tarea más urgente que redactar constituciones.
Finalmente, la música era «suprema» porque conectaba al ser humano con las verdades eternas. Al estudiar sus proporciones ocultas, el futuro gobernante entrenaba su mente para reconocer la armonía matemática que gobierna el cosmos: desde las órbitas de los planetas hasta la esencia de la Justicia. La música audible era así un puente hacia la «música silenciosa» del universo, la expresión de un orden perfecto que el alma aprendía a imitar en su propio ser.

Información: Filosofía para Ilustrarse / Imagen: LVÁ
La Voz del Árabe (LVÁ) – La Voz del Arte – Cd. de México, julio 24 del 2025
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