– En este contexto, al tiempo que el medio oriente consolida su condición como punto cordial de la estabilidad del mundo, el continente africano hace sentir su presencia económica y demográfica…
Andrés Ordóñez*
El reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre el antiguo Sáhara español por el Estado de Israel confirma la tendencia de dilución de este conflicto al ritmo de la reconfiguración del orden internacional posterior a la guerra fría. El complejo panorama contemporáneo nos indica la acelerada reconstrucción de la arquitectura mundial. En esta reconfiguración es evidente la recomposición -no está exenta de complejidad- de alianzas geográficas, económicas, políticas, religiosas y culturales, que desvelan nuevamente la obsolescencia de concepciones ideológicas ancladas en la década de 1970.
En este contexto, al tiempo que el medio oriente consolida su condición como punto cordial de la estabilidad del mundo, el continente africano hace sentir su presencia económica y demográfica, y también como factor insoslayable para la seguridad europea en primera instancia y, en fin, del Occidente en su conjunto.
En la atribulada dinámica africana, el Reino de Marruecos sigue consolidando su relevancia estratégica en todos los órdenes. Lo anterior hace a este país un socio confiable y cada vez más necesario para garantizar la seguridad del oeste europeo, especialmente en un momento tan delicado como el que plantea la guerra en el oriente de ese continente.
Este nuevo perfil marroquí ha implicado momentos de tensión con sus socios europeos, es verdad, pero ello no debe llamar a extrañeza, toda vez que es parte natural de su proceso de reposicionamiento en la geopolítica contemporánea. Lo importante es la confirmación del alineamiento marroquí con los intereses occidentales y, por lo tanto, su valía como garante de la estabilidad de la región noroccidental de África, occidental de Europa (en especial, de la puerta atlántica al mar Meditarráneo) y como elemento potencialmente atemperador en el Medio Oriente.
En este contexto se ubica la evolución reciente del conflicto del antiguo Sáhara español. El reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre esta región; el cambio de posición del Reino de España; incluso antes, el reingreso del Reino a la Unión Afriana y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Rabat y La Habana, y ahora el pronunciamiento del gobierno de Benjamín Netanyahu, son eslabones de una misma cadena que en su totalidad, ubican a Marruecos como un actor de relieve en la geografía política contemporánea.
En lo que toca específicamente al sentido de la nueva etapa en la relación bilateral entre Marruecos e Israel, cabría decir que significa una vuelta de tuerca en favor de la seguridad de Occidente, en la medida en que cierra la pinza en materia de cooperación securitaria y militar entre dos aliados históricos de capital importancia para los Estados Unidos de América en primer lugar, pero no mucho menos para los países del extremo occidente de Europa. En un momento como el actual, en el que la atención de Occidente está volcada sobre la volátil situación en la frontera oriental europea, la alianza entre Marruecos e Israel contribuye a la estabilidad del flanco atlántico de Europa y, como mencionamos antes, posiblemente también a la moderación de los caldeados ánimos en la región levantina, pues aumenta el relieve de la cabeza del Islam malequita como parte interesada en la reorganización del poder en el Medio Oriente.
Es necesario no solayar que el reconocimiento israelí no implica el abandono de la cuestión palestina por parte de Marruecos, simplemente porque así hacerlo sería letal para el equilibrio de las alianzas del Reino con el mundo árabe. De tal suerte, es previsible la continuidad del papel proactivo de Marruecos en favor de la preservación de la ciudad de Jerusalén como lugar sagrado del mundo islámico, su empeño en la defensa de los derechos del pueblo palestino y la reivindicación de un estado palestino libre con su capital en Jerusalén oriental.
Finalmente, otro aspecto que no debemos ignorar es el hecho de que, a la par con este claro alineamiento con Occidente, el Reino de Marruecos no sólo ha conservado, sino que, incluso, ha ampliado su interlocución con los otros ámbitos de poder en el mundo multipolar del siglo XXI. Ello es palpable en la estrategia de desarrollo del país; en los grandes proyectos de infraestructura, ciencia, educación, tecnología, defensa, etcétera, se advierte la concurrencia de elementos provenientes de toda la geografía planetaria, asimismo, en el régimen de votación y compromiso de Marruecos en los principales temas de la agenda multilateral de hoy se constata también su tránsito universal.
Marruecos aparece cada vez con mayor claridad como un poder emergente en la región africana, como un aliado confiable y, por lo tanto, relevante para el mundo occidental y como un actor de innegable y cada vez mayor capacidad de interlocución con los diversos polos de poder del mundo contemporáneo. En síntesis, el reconocimiento del Estado de Israel es una evidencia más de la calidad conceptual que nutre el pensamiento estratégico de la diplomacia marroquí.
*Andrés Ordóñez – Investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM y exembajador de México en Marruecos.
Imagen: LVÁ
La Voz del Árabe (LVÁ) – EDITORIAL – Cd. de México, julio 24 del 2023
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