GRAFFITI DE PROTESTA Y RESIGNIFICACIÓN EN EL EGIPTO CONTEMPORÁNEO

-Grafiti de protesta y la resignificación del patrimonio arqueológico e identidad en el Egipto contemporáneo.

Gerardo P. Taber

Introducción – Al escuchar el vocablo “Egipto” es inevitable no pensar en las enormes pirámides de la IV dinastía (c. 2543-2436 a.C.)[1] en la meseta de الجيزة al-Ğīzah “Guiza”, en los colosales templos de الكرنك al-Karnak “Karnak” o en los sarcófagos, momias -y sus suntuosos ajuares funerarios- que se encuentran resguardadas en los museos. Esta tierra bañada por el río más largo del mundo fue llamada  kmt (Kemet) “la tierra negra” en la antigüedad y actualmente se denomina مصر miṣr. Desde la antigüedad clásica (siglos VIII a.C. al V d.C.) el país del Nilo siempre ha estado presente en la historia de la cultura occidental -algunas veces de forma afortunada y otras no tanto- ya que varios historiadores griegos y romanos, así como algunos de los libros canónicos del judaísmo, el cristianismo y el islam describen y sitúan acontecimientos trascendentales en la tierra de los faraones. En este sentido, el imaginario popular considera a Egipto como un lugar antiguo y estático, una especie de “paraíso perdido” lleno de obras hieráticas, en donde sus habitantes tienen poca o nula relación con las obras de la antigüedad que se encuentran en los valles aledaños al cauce del Nilo. Paradójicamente, también se llega a pensar que sus actuales pobladores aún viven en los sitios arqueológicos y en las mismas condiciones del período faraónico.

Sin embargo, en los últimos años se ha gestado un cambio en el imaginario occidental sobre el país del Nilo, debido principalmente a la ثورة ٢٥ يناير‎ thawret 25 yanāyir “la revolución del 25 de enero” de 2011 que mostró al mundo distintos aspectos de Egipto que, valga señalar, poco tienen que ver con el mundo antiguo. Una de las expresiones sociales que más rápidamente se desarrollaron, en el marco de la thawret 25 yanāyir, fue el arte del graffiti; el cual retomó y reinterpretó motivos del Egipto faraónico que, junto a proclamas de libertad y justicia, fungieron como un catalizador de la conciencia social de las nuevas generaciones que buscan su lugar en el mundo contemporáneo.

En este artículo comentaré algunos de los más importantes acontecimientos que dieron origen a los graffiti que se plasmaron en las calles aledañas a ميدان التحرير mydān āt-taḥryr “la plaza de la liberación” en la ciudad de القاهرة al-Qāhira “El Cairo” (la fuerte, la victoriosa) y el impacto que el mencionado panorama de revuelta social tuvo sobre algunos de los más importantes museos egipcios, así como la resignificación del patrimonio arqueológico e identidad en algunos sectores de la población egipcia y en la comunidad de la egiptología internacional.

Patrimonio arqueológico y contexto histórico del Egipto contemporáneo – El interés académico por la cultura del Egipto faraónico surgió a finales del siglo XVII y durante todo el XVIII -la época de la ilustración- cuando los intelectuales de las potencias colonialistas europeas desarrollaron un gusto por el estudio de las culturas de la antigüedad. Asimismo, la egiptología, tal como se concibe actualmente, inició con la campaña en Egipto y Siria que se desarrolló entre 1798 y 1801 al mando de Napoleón Bonaparte. Es innegable que este interés por la tierra de los faraones ayudó a descubrir, analizar y conservar el patrimonio arqueológico; aunque -por desgracia- también despertó en los europeos una voracidad por apropiarse de las obras del país del Nilo. De tal manera, en el siglo XIX también se inició el saqueo indiscriminado de Egipto. Estos expolios fueron tolerados por el propio gobierno, al mando del autoproclamado khedive Muhammad Alí Pasha al-Mas’ud ibn Agha (1769-1849) quien, en aras de llevar a Egipto a la modernidad, utilizó los sitios y piezas arqueológicas como moneda de cambio para granjearse favores y negocios con las potencias europeas.[1] Sin embargo, es justo señalar que el mencionado virrey también emitió un decreto, el 15 de agosto de 1835, que prohibía la exportación de antigüedades y la creación de un museo, en los jardines de Azbakeya,[2] para su exhibición en El Cairo.[3] Los sucesores de Muhammad Alí Pasha, continuaron con el mismo tipo de políticas, ya que vehementemente deseaban que Egipto se integrase a la dinámica económica y cultural de las potencias europeas. Esta concepción se ve reflejada en una célebre declaración, emitida en 1879, por Isma’il Pasha (1830-1895): “Mi país no forma más parte de África, ahora somos parte de Europa y por lo tanto es natural que abandonemos nuestros antiguos modos y adoptemos un sistema adaptado a nuestras condiciones sociales” (Reid 2002: 95-96). Y en efecto, al abandonar los antiguos modos Isma’il Pasha contrajo una enorme deuda monetaria con las potencias europeas, lo que condujo a que los británicos ocuparan Egipto en 1882, lo que de facto convirtió al país en una colonia del Reino Unido. Fue hasta el año de 1923, bajo el gobierno del rey Ahmad Fu’ad Basha I (1868-1936), que se proclamó una Constitución que declaraba al país como Estado soberano. Sin embargo, la realidad fue que el tratado que concedió a Egipto la independencia -con una cláusula especial que aseguraba a los británicos el control del canal de Suez- se firmó hasta el 26 de agosto de 1936.

La tierra del Nilo continuó con un sistema monárquico con el rey Faruq al-Awwal (1920- 1965) hasta que, el 23 de julio de 1952, éste fue derrocado por las fuerzas del حركة الضباط الأحرار‎ Ḥarakat aḍ-Ḍubbāṭ al-ʾAḥrār “El Movimiento de Oficiales Libres” que estuvo encabezado por جمال عبد الناصر حسين‎ Gamal Abdel Nasser Hussein (1918-1970) quien instituyó una República el 18 de junio de 1953 y que en noviembre de 1954 se convirtió en el presidente de Egipto. Durante su gobierno se instauró el “nasserismo” ideario de orientación socialista que promulgaba un nacionalismo árabe (ver figura 1). Por desgracia, Nasser murió repentinamente, el 28 de septiembre de 1970, de un ataque al corazón y le sucedió محمد أنور السادات‎ Muḥammad Anwar El-Sadat (1918-1981) quien cambió el rumbo -en pleno auge de la «guerra fría»- de la política interior y exterior del país, rompiendo las alianzas que Nasser había cimentando con la URSS y buscando nexos con los EE.UU. En 1971 aprobó una nueva Constitución y cambió el nombre del país a su actual denominación: جمهورية مصر العربية Jumhūriyyat Miṣr al-ʿArabiyyah “República Árabe de Egipto”. Sadat fue asesinado el 6 de octubre de 1981 y fue sucedido por محمد حسني السيد مبارك‎ Muḥammad Hosni El-Sayed Mubarak (1928- ) quien se avocó a la tarea de afianzarse en el poder, situación que prolongó por 30 años gracias a una serie de referéndums, elecciones arregladas y a su مباحث أمن الدولة Mabahith Amn ad-Dawla “Servicio de Investigaciones de Seguridad Estatal” que se convirtió en una verdadera «policía inquisidora» que raptó, torturó y asesinó a miles de disidentes del régimen bajo el amparo de la “ley de emergencia” (Ley No. 162 de 1958).

Durante el gobierno de Mubarak la burocracia y la corrupción se acrecentaron de manera exponencial sumiendo a la creciente población en la pobreza. Para finales de la primera década del siglo XXI el pueblo egipcio no pudo soportar más esta situación y se lanzó a las calles a manifestarse. Se protestó por el exceso de la brutalidad de la policía y se pidió la abolición de la “ley de emergencia”, por la falta de libertad de opinión, las altas tasas de desempleo, la gran corrupción de los funcionarios del gobierno y por la carencia de viviendas y alimentos en general. Pero el día que marcó el inició de la revolución fue el martes 25 de enero de 2011, el cual ha sido llamado: يوم الغضب ˈjoːm elˈɣɑdɑb “el día de la ira” ya que se manifestaron centenares de miles simultáneamente en las principales ciudades egipcias como El Cairo, Alejandría, Suez e Ismailia. Los siguientes días tal vez sean los más dramáticos en la historia contemporánea de Egipto, ya que millones de persona se congregaron en las principales calles y plazas (ver figura 2) para exigir la renuncia de Hosni Mubarak y el fin de su gobierno, el cual inclusive ordenó al ejército disparar a los manifestantes; pero los soldados se negaron a realizar tal infamia y en cambio apoyaron y protegieron a los ciudadanos. Al final, las protestas lograron su objetivo, ya que el viernes 11 de febrero de 2011 Mubarak renunció a la presidencia.[1]

El gobierno de Egipto quedó a cargo del المجلس الأعلى للقوات المسلحة‎ al-Maǧlis al-ʾAʿlā lil-Quwwāt al-Musallaḥa “Supremo Consejo de las Fuerzas Armadas” por más de un año. Después, los días 23 y 24 de mayo y 16 y 17 de junio de 2012, se celebraron elecciones democráticas resultando electo, con un 51.73% de los votos, como presidente محمد محمد مرسى عيسى العياط‎ Muḥammad Muḥammad Mursī ‘Īsá al-‘Ayyāṭ (1951- ). El mandato de Morsi duro poco más de un año, ya que enfureció a varias facciones del gobierno y del pueblo al anunciar una controversial declaratoria para exentar del escrutinio judicial a la recién creada الجمعية التأسيسية al-Jamaaeya at-Ta’sīsīya “La Asamblea Constitutiva” y que de facto le garantiza al presidente poderes e inmunidad ilimitados. Asimismo, se le acusó de darle más preponderancia a los asuntos relacionados con la organización islamista جميعة الإخوان المسلمين Yami’at al-Ijwan al-Muslimin “La Sociedad de los Hermanos Musulmanes”. Las protestas no se hicieron esperar y, de nueva cuenta, millones salieron a las calles a exigir la renuncia de Mohamed Morsi. A diferencia de la thawret 25 yanāyir las manifestaciones se tornaron violentas ya que también se formaron contingentes que apoyaron a “los hermanos musulmanes”; en estas protestas, por desgracia, el patrimonio cultural de Egipto sufrió afectaciones, como se constata en el maltrato que sufrió la escultura Nahdat Miṣr (1928) “Egipto Despertándose o El Renacimiento de Egipto” obra del escultor محمود مختار‎ Mahmoud Mukhtar (1891-1934) que se ubica en la puerta principal de la جامعة القاهرة‎ Gām‘et al-Qāhira “Universidad de El Cairo” (ver figuras 3 y 4). Estas situaciones orillaron al ejército a tomar cartas en el asunto y el 1 de julio de 2013 el comandante en jefe عبد الفتاح سعيد حسين خليل السيسي‎ ‘Abdu l-Fattāḥ Sa‘īd Ḥusayn Khalīl el-Sīsī emitió un ultimátum de 48 horas para Morsi. Como el militar anunció, el 3 de julio se dio un golpe de Estado y el ejército colocó al juez de la suprema corte عدلى محمود منصور‎ Adly Mahmoud Mansour como presidente interino. Fue hasta el 26 y 28 de mayo de 2014 que se realizaron elecciones, las cuales Abdel Fattah el-Sisi ganó con un 96.91% de los votos. Al momento que estas líneas se escriben (diciembre de 2019), él aún funge como el actual presidente de la República Árabe de Egipto.

Saqueo y destrucción del patrimonio arqueológico de Egipto durante las protestas – En su longeva historia, la destrucción del patrimonio cultural del antiguo país del Nilo, por desgracia, no es un fenómeno nuevo ya que en los momentos de convulsión social éste siempre ha resultado afectado.[1] Aunque en el mundo contemporáneo se ha buscado protegerle de la mejor manera, sobre todo en instituciones especializadas como los museos. Sin embargo, y a pesar de que fue custodiado tanto por el ejército y la sociedad civil, (ver figuras 5 y 6) el emblemático المصري المتحف al-Matḥaf al-Miṣrī, el “Museo de Antigüedades Egipcias” en El Cairo sufrió, el 28 de enero de 2011, un robo y afectación de 54 artefactos de sus vitrinas (ver figuras 7 y 8); aunque, por fortuna, en los meses siguientes se recuperaron y restauraron la mayoría de estas piezas (cfr.: Thomas, 2012). Este hecho alertó al وزارة الدولة لشئون الآثار Ministerio de Estado de Antigüedades de la República Árabe de Egipto (MSA) y a la comunidad internacional de egiptólogos para vigilar más estrechamente los sistemas de seguridad para el patrimonio cultural.

Pareciese que el incidente del Museo de Antigüedades Egipcias en El Cairo sería el único, pero, desgraciadamente, el abominable fantasma del saqueo y la destrucción volvería a manifestarse, esta vez en el ملوى‎ المتحف al-Matḥaf al-Mallawi “Museo de Mallawi” en el Egipto medio. El 14 de agosto de 2013, tras la incertidumbre del golpe de Estado contra el gobierno de Mohamed Morsi, la locura de un puñado de personas, dañó el patrimonio cultural de la humanidad para siempre. En cuestión de horas; de las 1089 obras que resguardaba este museo, 1040 fueron robadas; y las 49 restantes que no pudieron llevarse -por ser de gran formato- fueron dañadas (ver figuras 9, 10 y 11). Tuvieron que pasar más de tres años, para que pudiesen recuperarse un poco más de 650 piezas y que el museo pudiera reabrir sus puertas al público. En sus vitrinas, hay ahora 944 obras, pertenecientes a la antigua colección y también procedentes de los almacenes arqueológicos de Minya.[1]

 El arte del graffiti y la resignificación del patrimonio arqueológico – Ante el panorama anteriormente descrito, resulta evidente que los primeros años de la segunda década del siglo XXI han sido de los más duros para el pueblo egipcio. Si bien, las constantes protestas fueron las que lograron derrocar el régimen de Hosni Mubarak, éstas también fueron jornadas agotadoras para los millones de personas que prácticamente vivieron en las calles los días de las manifestaciones. De la misma manera, el saqueo y la destrucción de su patrimonio arqueológico significó un duro golpe. Pero, al mismo tiempo que estos hechos ocurrían, varios jóvenes se dieron a la tarea de pintar consignas en contra del régimen en las barricadas y los muros que los agentes de Mubarak levantaron para proteger los edificios gubernamentales. En un primer momento estos graffiti consistieron principalmente en mensajes escritos en árabe, en diferentes estilos caligráficos (ver figuras 12 y 13) pero, al correr de los días, también se empezaron a plasmar imágenes de una excelente manufactura y gran virtuosismo en los temas; que capturaron y transmitieron la determinación y la esperanza del pueblo egipcio por forjar un mejor futuro. La mayoría de estos murales se ubicaron en los alrededores de la calle Muhammad Mahmud, la cual se encuentra en las inmediaciones de la plaza Tahrir, la cual fungió como el principal escenario de las protestas (ver figura 14).

Es importante mencionar que antes de la thawret 25 yanāyir no era común encontrar algún graffiti en las calles, pero varios artistas que se sumaron al movimiento revolucionario sintieron que era necesario documentar y transmitir, de una manera contundente, los acontecimientos que ocurrían. A este respecto Waleed Rashed comenta: Los artistas algunos actuando por cuenta propia, y otros como parte de un colectivo- recordaban a aquellos en el poder que nada escapa a los ojos y oídos del pueblo. Cubrieron los lienzos de concreto con retratos de activistas como Ahmed Harara, quien perdió sus ojos durante las protestas para ver a su país libre. El graffiti se ha convertido en un movimiento de auto-perpetuación. Las imágenes provocan al gobierno, que responde con actos de crueldad que sólo incrementan la resolución de los artistas. (Rashed, 2013).

En la búsqueda de nuevos discursos visuales para transmitir los ideales de la thawret 25 yanāyir los artistas del graffiti también posaron su mirada en el pasado y utilizaron motivos de la cultura del Egipto faraónico dentro de los programas iconográficos de los murales. Los artistas se basaron y reinterpretaron algunas escenas célebres de relieves de tumbas y papiros -de diferentes períodos históricos- que colocaron junto a consignas en contra del gobierno y alegorías o memoriales por las personas caídas en las protestas. En este sentido, el graffiti se convirtió tanto en un acto de disidencia contra el régimen, así como en una declaración descolonizadora; ya que al reapropiarse de los elementos faraónicos se sacudieron algunos de los clichés sobre el antiguo Egipto que en gran parte del mundo occidental habían continuado inalterados -y convenientemente perpetuados por las industrias del entretenimiento masivas- desde el siglo XIX. Este afortunado pastiche logró crear una narrativa histórica y una serie de metanarrativas que conmovieron al pueblo egipcio y llamaron la atención del mundo;[1] que ahora empieza a vislumbrar a la tierra del Nilo como un lugar dinámico, en donde las personas nativas se encuentran relacionadas con su pasado y que al mismo tiempo buscan crear un mejor futuro.[2]

En la actualidad, la mejor manera de apreciar el graffiti de la thawret 25 yanāyir es por medio de las fotografías que quedaron plasmadas en numerosas notas periodísticas y en algunas publicaciones especializadas.[3] Esto se debe a que, por desgracia, la mayoría de estas obras pictóricas desparecieron en las campañas de “mejoramiento” de las calles de El Cairo. Sin embargo, cabe señalar que aún durante su manufactura inicial, muchos graffiti fueron borrados o cambiaron constantemente; Mat Wolf comenta al respecto: Los murales frecuentemente se movían y cambiaban, con diferentes artistas que perpetuamente desfiguraban o mejoraban trabajos previos. El graffiti de crítica al nuevo sistema de gobierno es abundante. Los constantes disturbios le han dado a los artistas no poco material con el cual trabajar, pero la ruptura de voces disidentes egipcias -500 miembros de la ahora ilegal Sociedad de los Hermanos Musulmanes que recientemente fueron sentenciados a muerte- ha hecho que sea más difícil para los artistas de El Cairo diseñar los murales que se conviertan en los iconos del levantamiento egipcio. (Wolf, 2014).

En este espacio presento una muestra y un breve análisis iconográfico e iconológico[4] de cuatro obras que, a mi parecer, son de los ejemplos más representativos -y de mayor virtuosismo- de la resignificación del pasado faraónico durante y después de la thawret 25 yanāyir. En primer lugar, se encuentra el mural titulado Al-Naaehaat “mujeres dolientes” de Alaa Awad (ver figura 15) que se trata de un memorial para las 74 víctimas de los disturbios que ocurrieron, el 1 de febrero de 2012, en el estadio de Puerto Saíd. La escena figura a un cortejo funerario que retoma los motivos de las plañideras representadas en las pinturas murales de la tumba del visir Ramose[5] de la dinastía XVIII (c. 1539-1292 a.C.) y de los célebres “Libros de los Muertos” como en los ejemplos de los papiros de los escribas 

Ani y Hunefer[1] de la dinastía XIX (c. 1292-1191 a.C.). Las figuras de forma rectangular -que en el extremo izquierdo varios hombres sostienen sobre sus cabezas y que en el extremo derecho se encuentra en posición vertical- representan sarcófagos sobre los que se encuentran posados dos  b3 (ba) “ba, la esencia de la personalidad”, la cual se figuraba con cuerpo de ave y cabeza humana en tiempos faraónicos y que, en este caso, simbolizan las almas de los caídos que son recibidas por dos personajes femeninos que flotan sobre el cortejo y que sostienen en sus manos bandejas con candelillas encendidas, al parecer, para guiarlas hacia el Más Allá. La escena se enmarca en un motivo de líneas ondulantes y estrellas que evoca el cuerpo de la diosa Nut, cuyo rostro parece figurarse en el extremo superior derecho de esta composición.

También obra de Alaa Awad es el mural intitulado Mujeres marchando (ver figura 16) el cual se compone de dos escenas que se conjugan con el objetivo de mostrar el importante papel de la mujer en Egipto; tanto en el pasado como en el mundo contemporáneo. En el extremo izquierdo de la composición se encuentran tres figuras femeninas, ataviadas a la usanza del Egipto de la antigüedad y portando sendos escudos, sosteniéndose de una escalinata que se apoya en un muro almenado; mientras que una cuarta figura masculina parece caer, o flotar, sobre un fondo azul. La mencionada escena se inspira en uno de los relieves del templo funerario, conocido como Ramesseum,[2] del faraón Ramsés II “el grande” (c. 1279-1213 a.C.) que representa la toma de la fortaleza hitita de Dapur. En contraste, en el extremo derecho de la composición se figura una procesión de varias mujeres ataviadas a la usanza musulmana, utilizando حجاب‎ ḥijāb, a excepción de la primera figura a la izquierda, que parece representar a un sacerdote del antiguo Egipto, quien realiza un ademán, como si presentase al cortejo la escena del pasado faraónico. Es importante señalar que muchas de las mujeres de la procesión sostienen en sus manos lo que parecen ser rollos de papiro, lo que simboliza el conocimiento de la historia.

En un tono más satírico, y por ende más “delicado”, el mural titulado: La tumba de Sobekhotep[3] (ver figuras 17 y 18), también obra de Alaa Awad, reflejó la situación que se vivió en Egipto a finales del año 2012 y colocó al artista en problemas y controversias. La escena del lado derecho -que justamente se inspira en una de las pinturas murales provenientes de la mencionada tumba- representa, en dos registros, a varios hombres barbados y ataviados con túnicas blancas; cinco de ellos portan diversas ofrendas, mientras que otros cinco se postran y adoran al personaje de la escena de la izquierda: un ratón antropoformizado ataviado con un faldellín que se encuentra sentado sosteniendo en sus patas delanteras un paño y una flor de loto, mientras un gato lo abanica y le sirve una oca asada en una mesa. Esta última escena se inspira en una de las viñetas del papiro satírico ramesida de Turín[4] que, como su nombre lo indica, representa a ambos animales en una situación fantasiosa y absurda al invertir sus papeles naturales. Alaa Awad, resignificó estas escenas para señalar la situación de fanatismo e intransigencia de algunos miembros de la Sociedad de los Hermanos Musulmanes.

Por último, el mural intitulado Memorial a Hisham Rizq de Ammar Abu Bakr (ver figura 19) muestra el retrato de este joven de 19 años, quien estudiaba en la Facultad de Educación de Arte en la جامعة حلوان Universidad Helwan, en El Cairo y que fue encontrado muerto, a principios del mes de julio de 2014, en la morgue de Zeinhom después de reportarse desaparecido por una semana. Hisham Rizq también era miembro de la unión de artistas de la revolución y de la unión de graffiti de la calle Muhammad Mahmud. En este mural el rostro de Rizq se representa utilizando maquillaje de mimo; ya que durante las protestas descubrió este arte, junto a su amigo Moustafa Gemi, con quien realizaba representaciones callejeras durante las protestas de la thawret 25 yanāyir. Este rasgo fue el que Ammar Abu Bakr deseó destacar en el retrato del joven, a quien pintó sosteniendo los cetros heqa y nekhekh, que en la antigüedad sólo eran para uso exclusivo de los faraones. El fondo de la composición presenta un patrón de cuadros negros y blancos, a manera de tablero de ajedrez, sobre el que flotan varios ushabtis; figuras funerarias que fungían como sirvientes en el Más Allá.

En este punto, el avezado lector podrá cuestionarse: ¿por qué la población egipcia participó en el expolio del Museo de Antigüedades Egipcias en El Cairo y el Museo de Mallawi y al mismo tiempo plasmó imágenes inspiradas en la cultura del Egipto faraónico? Para tratar de responder a esta pregunta, en primera instancia, no se debe de generalizar; ya que los responsables de los robos y destrucción del patrimonio arqueológico fueron un grupo reducido de personas que, al parecer, tuvieron motivos políticos o religiosos muy específicos (que aún no son del todo claros). Aunque, valga decir, que en general para los 96,980,000[1] de مَصريين miṣriyyūn “egipcios” (c. 60% فلاحين fallāḥīn “campesinos” y c. 40% أفندي effendiyya “citadinos”) la expresiones culturales del Egipto faraónico realmente no representan una parte significativa de su identidad, ya que éstas no tienen ninguna injerencia con su vida cotidiana -más que para las actividades del turismo- y porque la egiptología es “recalcitrantemente arqueológica y epigráfica”, razón por la que requiere una mejor divulgación y difusión para el público en general. En este sentido, recientemente ha surgido la inquietud por parte de la comunidad internacional de egiptólogos sobre el papel que debe desempeñar la mencionada disciplina académica ante los sucesos del mundo actual y como éstos pueden incorporarse a la construcción del patrimonio cultural. Al respecto de este último, Mari Carmen Serra Puche apunta: …se define entonces que el patrimonio arqueológico es resultado de una selección y discriminación en la que intervienen y se amalgaman razones simbólicas junto con otras reflexivas y científicas. El patrimonio cultural es, en cualquier caso, una construcción social producto de una intensa dialéctica en la que intervienen distintos agentes sociales, políticos y culturales, de modo que esa estaticidad y fijeza en realidad son aparentes pues el patrimonio está sometido a un constante proceso de redefinición y cuestionamiento de su valor cultural… Cada país redacta el catálogo de este patrimonio nacional para dotarse de plena legitimidad histórica: seleccionar aquellas muestras lo suficientemente representativas como para simbolizar la totalidad de la cultura de la nación y ser reconocidas como atributos esenciales de su identidad de Estado-nación. Estas muestras significativas de la cultura definidas como “patrimonio” se consideran necesarias y suficientes para expresar la imagen política y cultural del Estado. A su vez, este proceso social, político e ideológico e institucional, es avalado por la erudición científica, que interpreta y refrenda los valores históricos y documentales del patrimonio. (Serra, 2019: 9).

Comentarios finales – La irrupción de la الربيع العربي ar-rabī al-arabī “primavera árabe” (2010-2012) y la thawret 25 yanāyir en los medios de comunicación masivos generaron en el gran público un creciente interés por las culturas del medio oriente en general y de Egipto en particular. En este sentido, cuando los artistas revolucionarios reinterpretaron el pasado faraónico y por medio del graffiti lograron que los anquilosados clichés se tambaleasen, al parecer, se dio una nueva revaloración y reintrepretación sobre el pueblo egipcio en el imaginario occidental. Pero, unos años después de la thawret 25 yanāyir ¿qué ocurrió con este tipo de expresiones artísticas? la respuesta es que éstas han continuado (ver figuras 20, 21 y 22), pero ahora en otro tipo de soportes más duraderos y de manera más académica; siendo Alaa Awad[1] uno de los artistas más prolíficos.

Como colofón, se puede añadir que desde la más remota antigüedad los habitantes del país del Nilo se han caracterizado por poseer una virtud especial para las artes plásticas; la cual se ha expresado durante miles de años a través de incontables obras, pertenecientes a diversas tradiciones culturales. Inclusive, en los momentos de convulsión social, como los que atravesó Egipto en el inicio de la primera década del siglo XXI, los artistas han logrado capturar y plasmar -en diferentes soportes- el ideario y la esperanza que anima al pueblo a buscar un mejor futuro. Estoy seguro que por sus loables acciones y creaciones, el dios  ḏḥwty (djehuty), patrono de la escritura y de la sabiduría -conocido como Thoth por los helenos- les tiene reservado:  ḫt nbt nfrt w´bt ´nḫt nṯr im ḏt (khet nebet neferet wabet ankhet necher im djet) “todo lo bueno (o bello) y puro de lo que un dios vive por siempre”.

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Thomas, Suzie – 2012 “Egyptian Museum in Cairo – Thefts and Recoveries in 2011” en: Trafficking Culture: Researching the Global Traffic in Looted Cultural Objects. cfr.:https://traffickingculture.org/encyclopedia/case-studies/egyptian-museum-cairo-thefts-and-recoveries-in-2011/ consultado el 28 de diciembre de 2019.

Wolf, Mat – 2014 “Egypt’s graffiti artists make their mark. Cairo’s graffiti scene has evolved as an arena for protest and a way for young artists to tackle social issues” en: Al Jazeera Media Network. cfr.: www.aljazeera.com/news/middleeast/2014/04/egypts-graffiti-artists-make-their-mark-20144178384439962.html consultado el 28 de diciembre de 2019.

[1] Todas las fechas cfr.: Hornung et. al., 2006: 490-491. – [2] Hasta el primer tercio del siglo XX la tierra del Nilo fue recorrida por numerosas expediciones cuyo principal objetivo era conseguir antigüedades para los grandes museos europeos como el Musée du Louvre en Paris, el British Museum en Londres, el Museo delle Antichità Egizie en Turín, el Rijksmuseum van Oudheden en Leiden o el Ägyptisches Museum und Papyrussammlung en Berlín. cfr.: Fagan, 2005: 107-140. – [3] El nombre de este distrito de El Cairo también se puede encontrar transcrito como: Azbakiya, Ezbekiyeh o Ezbekieh. – [4] El decreto especificaba que las antigüedades deberían ser enviadas a Rifa’a al-Tahtawi (1801-1873), connotado académico fundador del al-Nahḍa “el despertar”, movimiento renacentista del pensamiento árabe bajo la influencia de occidente. Al-Tahtawi había sido designado director de la recién fundada Madrasat Al-Alsun “escuela de idiomas” que se dedicada a la traducción y enseñanza del árabe, francés, turco, persa e italiano; y que se ubicaba justamente en Azbakeya. cfr.: Reid, 2002: 55-56. – [5] En este espacio es imposible hacer un recuento detallado de todos los sucesos que se desarrollaron durante la thawret 25 yanāyir; pero el avezado lector que desee conocer los principales acontecimientos de esta revolución puede consultar los artículos mencionados en la bibliografía; en especial cfr.: Abaza, 2013. – [6] Al respecto, Regine Schulz comenta: “En la lucha por la «fe verdadera», el cristianismo temprano y posteriormente el islam atacaron con vehemencia todas las tendencias paganas. Uno de los objetivos preferidos en ellos eran los testimonios y tradiciones que aún quedaban de la cultura faraónica. Los templos fueron derribados, las estelas y estatuas destruidas. Entre los más acendrados perseguidores de los monumentos paganos se encontraba Escenuto de Atripa (348-466 d.C.), el abad del Monasterio Blanco de Sohag, que dicen alcanzó la avanzada edad de 118 años. En sus predicaciones incitó una y otra vez a destruir las imágenes y a la lucha contra el demonio. Los conocimientos de la antigüedad fueron considerados como artes de magia y fueron perseguidos, perdiéndose así el conocimiento de la escritura y sus símbolos. Incluso la misma lengua de los egipcios sufrió una modificación. Si bien en la primera fase del cristianismo aún se hablaba egipcio (pero ya mezclado con términos y escrito en caracteres griegos), el árabe impuesto por el islam desplazó casi completamente la antigua lengua. Pasados sólo unos pocos siglos todo aquello que había perdurado durante milenios carecía de cualquier valor y cayó en el olvido. Pertenecía al período de la ignorancia y, por tanto, no era digno de estudiarse. Sólo sobrevivió una imagen del antiguo Egipto, tal y como se refleja en las historias de Moisés y de José en la Biblia o en el Corán. Además de éstas, esa imagen estaba impregnada de historias maravillosas sobre prácticas secretas de magia, en las que aún pervivía la vieja idea de la gran sabiduría y la increíble riqueza de los faraones.” (Schulz, 1997: 491). – [7] cfr.: Cicardi, 2016. – [8] cfr.: Lau, 2012-2013: 62-69. – [9] El avezado lector que se interese en estudiar estos temas con más detalle puede consultar las obras mencionadas en la bibliografía; en especial cfr.: Abaza, 2015. – [10] cfr.: Karl & Hamdy, 2014. – [11] Sobre la iconografía e iconología Erwin Panofsky comenta: “La iconografía es la rama de la historia del arte que se ocupa del asunto o significación de las obras de arte, en contraposición a su forma… la iconografía constituye una descripción y clasificación de las imágenes, así como la etnografía es una descripción y clasificación de las razas humanas; se trata, pues, de una investigación limitada, y por así decirlo, subalterna, que nos informa sobre cuándo y dónde determinados temas específicos recibieron una representación visible a través de unos u otros motivos específicos… La iconología es, pues, un método de interpretación que procede más bien de una síntesis que de un análisis. Y lo mismo que la identificación correcta de los motivos es el requisito previo para un correcto análisis icnográfico, así también el análisis correcto de las imágenes, historias y alegorías es el requisito previo para una correcta interpretación iconológica.” (Panofsky, 1987: 45-51). – [12] Esta tumba tiene la denominación: TT55 y se encuentra en Sheikh Abd el-Qurna, en la Necrópolis tebana, en la actual gobernatura de Luxor. – [13] Ambos papiros se resguardan en el British Museum en Londres, Reino Unido y sus números de inventarios son: EA 10470,1-37 y 1888,0515.1.1-37 para el correspondiente a Ani y EA 9901,1-8 y 1852,0525.1.1-8 para el de Hunefer. – [14] Este templo se encuentra en la Necrópolis tebana, en la actual gobernatura de Luxor. – [15] Esta tumba tiene la denominación: TT63 y se encuentra en Sheikh Abd el-Qurna, en la Necrópolis tebana, en la actual gobernatura de Luxor. – [16] Este papiro se conserva en el Museo delle Antichità Egizie en Turín, Italia; y su número de inventario es: 2031 RCGE 46617. – [17] De acuerdo a datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), este fue el número de habitantes al final del año 2018 en Egipto, cfr.: https://datosmacro.expansion.com/demografia/poblacion/egipto consultado el 28 de diciembre de 2019 – [18] Para conocer más sobre este artista y su obra cfr.: http://alaa-awad.com/ consultado el 28 de diciembre de 2019.

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Foto 1. Egypt´s Nasser. Ilustración de Robert Vickrey, portada de: Time. The Weekly Newsmagazine, March 29, 1963, Vol. LXXXI No. 13. (CC BY-NC-SA 4.0). Foto 2. Manifestantes en la plaza Tahrir en El Cairo. Febrero de 2011. Fotografía de Al Jazeera Media Network. (CC BY-NC-SA 4.0). Fotos 3 y 4. La escultura Nahdat Miṣr antes y durante las manifestantes pro Mohamed Morsi. 30 de noviembre de 2012. Fotografías de Alex Dika Seggerman y Lesley Lababidi. (CC BY-NC-SA 4.0). Foto 5. Efectivos del ejército custodian el exterior del Museo de Antigüedades Egipcias. Enero de 2011. Fotografía de Al Jazeera Media Network. (CC BY-NC-SA 4.0). Foto 6. Efectivos del ejército revisan el interior del Museo de Antigüedades Egipcias. Enero de 2011. Fotografía de Al Jazeera Media Network. (CC BY-NC-SA 4.0). Foto 7. Efectivos del ejército revisan el interior del Museo de Antigüedades Egipcias. Enero de 2011. Fotografía de Al Jazeera Media Network. (CC BY-NC-SA 4.0). Foto 8. Una de las obras casi destruidas del ajuar funerario del faraón Tutankhamón (c. ¿? -1324 a.C.). Fotografía de Al Jazeera Media Network & One1TV. (CC BY-NC-SA 4.0). Foto 9. Saqueo y destrucción del Museo de Mallawi. Agosto de 2013. Fotografía de Roger Anis, El Shorouk/AP. (CC BY-NC-SA 4.0). Foto 10. Saqueo y destrucción del Museo de Mallawi. Agosto de 2013. Fotografía de Roger Anis, El Shorouk/AP. (CC BY-NC-SA 4.0). Foto 11. Saqueo y destrucción del Museo de Mallawi. Agosto de 2013. Fotografía de Roger Anis, El Shorouk/AP. (CC BY-NC-SA 4.0). Fotos 12 y 13. Consignas patrióticas. Murales de artistas anónimos en las calles de El Cairo. c. 2011. Fotografía de Ahmed Mohsen Cherif. (CC BY-NC-SA 4.0). Foto 14. Mural y memorial a los caídos en la thawret 25 yanāyir en la esquina de la calle Muhammad Mahmud en El Cairo. c. 2011. Fotografía de Mia Grondahl. (CC BY-NC-SA 4.0). Foto 15. Al-Naaehaat (mujeres en luto). Mural de Alaa Awad en la calle Muhammad Mahmud en El Cairo. c. 2011-2012. Fotografía de Mia Gröndahl. (CC BY-NC-SA 4.0). Foto 16. Mujeres marchando. Mural de Alaa Awad en la calle Muhammad Mahmud en El Cairo. c. 2011-2012. Fotografía de Mia Gröndahl. (CC BY-NC-SA 4.0). Fotos 17 y 18. La tumba de Sobekhotep. Mural de Alaa Awad en la calle Muhammad Mahmud en El Cairo. 2012. Fotografías de Mia Gröndahl. (CC BY-NC-SA 4.0). Foto 19. Memorial a Hisham Rizq. Mural de Ammar Abu Bakr en la calle Mohamed Mahmoud en El Cairo. c. 2011-2012. Fotografía de Mia Gröndahl. (CC BY-NC-SA 4.0). Foto 20. Carro de guerra faraónico. Mosaico de Alaa Awad en la South Valley Unviersty en Qena. 2017. Fotografía de Jorg U Manna Nader. (CC BY-NC-SA 4.0). Foto 21. Carro de guerra faraónico. Mosaico de Alaa Awad en la South Valley Unviersty en Qena. 2017. Fotografía de Jorg U Manna Nader. (CC BY-NC-SA 4.0). Foto 22. Alaa Awad y su obra Carro de guerra faraónico. Mosaico en la South Valley Unviersty en Qena. 2017. Fotografía de Jorg U Manna Nader. (CC BY-NC-SA 4.0).

Imagen: Gerardo Taber

La Voz del Árabe (LVÁ) – MUNDO ÁRABE – Cd. de México, junio 24 del 2020

 

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